Por Catherine Baccelliere Harrysson – Corresponsal en Europa en exclusiva para EL INCONSCIENTE
Vivo en Ginebra, desde mi ventana se puede observar la sede de las Naciones Unidas. Es una ciudad tranquila y próspera donde todo parece girar al ritmo de los congresos de las instituciones internacionales.
En la ciudad del Lago Leman, podría afirmar que todos los ciudadanos conocemos a alguien que trabaja en la ONU. Mi amigo venezolano, Jonathan, está en una oficina que ayuda a desmantelar minas (bombas) todavía activas en países del este y África, la última vez que lo vi me comentó que hay más minas activas hoy en el mundo que en la época de Vietnam. Ana, mi amiga española, está en la delegación para proteger a mujeres evitando secuestros en África.
Hay tantas misiones e intervenciones de las Naciones Unidas, grandes y pequeñas, y algo que admiro de la gente en Suiza es que sean protectores de los derechos humanos.
Es por esto que ver la película “Argentina 1985” en Ginebra fue especial. Un poco incómodo.
Pienso en el rol de la Organización Naciones Unidas (O.N.U) y cómo no pudieron impedir que se violen uno a uno los derechos humanos establecidos por esta institución.
Pienso en cuántos gobiernos se hicieron los ciegos, sordos y mudos, pienso en la impunidad y en la desprotección que vivieron los miles de desaparecidos y sus familiares y qué sola estaba la Argentina durante la última dictadura militar (1976 a 1983).

“Argentina 1985” es una película que alerta sobre lo frágil de los derechos humanos y además, habla de la vulnerabilidad de las instituciones que nos protegen (o nos deberían proteger).
Una película que nos revela a todo un país atravesando un naufragio colectivo, y sobre todo, una película que nos muestra a un país entero levantándose y juzgando desde un tribunal civil a un gobierno militar. Una primicia en la historia universal.
¿Se le puede reprochar a “Argentina 1985” ser una película inexacta en cuanto a algún tipo de carencia de información? No es un documental, aunque se fundamenta en la realidad. ¿Se puede etiquetar despectivamente como un “buen thriller policial” para atraer el premio Oscar? Algunos pueden pensar esto, lo cual no sería tampoco especulación sin sentido en cuanto a la repercusión que se requiere para lograr sostener el cine argentino. Igualmente, todo esto no es tan importante, porque su aporte es brutal. Aquí a kilómetros de Argentina, vibrar la repercusión de éste film que alcanzó a informar a una gran cantidad de gente alrededor del mundo, mostrando con sagacidad lo vivido en esos años nefastos, esa historia siniestra que tanta gente desconoce de la Argentina, es un gran mérito.
Es una película que redime, que equilibra, que consuela, que advierte. Que repara.
Es útil y es una muy buena producción de calidad artística en sus mínimos detalles (interpretaciones, vestuario, encuadres, fotografía… etc.).

Pertenecen a la categoría de grandes films que tienen misión y que tiene el valor agregado de ser un alegato de la historia argentina, y de hacer historia dejando huella en el inconsciente colectivo. Y si bien las Madres de Plaza de Mayo fueron protagonistas indispensables para que el juicio a la Junta militar sea posible, y esto no fue demasiado explicitado, la película apunta a hacernos transitar algo del orden de lo emocional: el dolor de esas madres y el trauma social para toda la sociedad. Y tal como señaló una espectadora argentina, mostró el dolor en toda profundidad pero sin llegar al sadismo, porque haber exhibido más de lo ocurrido, hubiese sido tan cruel como lo fueron quienes perpetuaron este genocidio. Los delitos cometidos fueron sádicos y perversos, tal como bien señala el alegato de Strassera: “…nadie puede admitir que el secuestro, la tortura o el asesinato constituyan hechos políticos o contingencias del combate. Ahora que el pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus instituciones, yo asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una ideología política ni una estrategia bélica, sino una perversión moral; a partir de este juicio y esta condena, el pueblo argentino recuperará su autoestima, su fe en los valores en base a los cuales se constituye la nación y su imagen internacional severamente dañada por los crímenes de la represión ilegal”. La lectura de este alegato encarnando la dimensión histórica y épica de este momento magistralmente en la voz y gestualidad de un actor de raza como Ricardo Darín y el testimonio de una de las victimas interpretado por Laura Paredes, fueron las escenas más potentes de la película en cuanto al protagonismo actoral y a al texto que amerita actores de alto voltaje para trasuntar verdad.
Cuenta con un gran director como Santiago Mitre y con un libro impecable de Mitre y el prestigioso Mariano Llinás, donde cada uno de los diálogos refleja el miedo hasta llegar a la paranoia que se respiraba en el país, y hasta tiene toques de humor para distender al público y darle agilidad a la trama.
Protagonizada por actores argentinos de primer nivel: Ricardo Darín (Julio Strassera) y Peter Lanzani (fiscal adjunto Luis Moreno Ocampo). No hay roles secundarios en cuanto al nivel de actuación, podría nombrar a uno por uno, porque todos se lucen, y los más destacados son, a mi criterio: Héctor Díaz (defensor), Laura Paredes (Adriana Calvo, víctima secuestrada embarazada), Paula Ransenberg (secretaria del fiscal), Carlos Portaluppi (juez de la causa), Alejandra Flechner (Silvia Strassera) y Norman Briski (Ruso).
Ganadora del premio Globo de Oro y del premio Goya 2023 a la mejor película, y ha sido seleccionada por la Academia de las Artes y Ciencias Cinematográficas de Argentina. Nominada para el Oscar a la mejor película internacional muy merecidamente, -y ojalá lo obtenga para contar con más recursos de difusión-, aunque ésta película ya se ganó lo más preciado: representar la memoria colectiva en su propio país y muchos países del mundo.
Quien pueda verla, reconocerá esa energía infinita de ese país complejo que es la Argentina, país ave fénix que, desde sus cenizas, volvió a conquistar su democracia y su dignidad a través del juicio civil más importante de su historia.

NUNCA MÁS.