“Si miras mucho Tiempo dentro del abismo,
el abismo también mirará dentro tuyo”
F. Nietzsche
Desde la aparición del virus SARS-CoV-2 (COVID 19) observo que las metáforas bélicas ingresaron nuevamente en nuestro discurso: el frente de batalla (para nombrar al personal de salud de unidades de terapia intensiva), un enemigo invisible, darle guerra al virus, la batalla por las vacunas, aislamiento social preventivo y obligatorio, reclutan voluntarios (un oxímoron) para pruebas con la vacuna… Incluso el presidente de Chile, en medio de una crisis social (durante el inicio de la pandemia), dijo; estamos en guerra.
Creo que estas metáforas, entre otras tantas, nos enfrentan a necesarios interrogantes psicoanalíticos acerca de lo que subyace en lo que escuchamos, “percibimos” por la modificación periódica del discurso que nos ciñe. Este fenómeno no sólo sucede en nuestro país sino que parece formar parte de la comprensión global de esta pandemia y son los medios de comunicación y las redes sociales los que lo exponen como fenómeno (¿o lo constituyen?)
Para Freud (1915), en una guerra, la población se dividen entre quienes arriesgan su vida en el frente de batalla y quienes se quedan en casa (#Quedate en casa). Para éstos últimos también existe el peligro; la parálisis de la producción, la incertidumbre, la espera, que también se relacionan con la muerte. También es habitual decir y escuchar que las balas están cayendo cerca, haciendo referencia a los casos cercanos de contagio. La primera ola, la segunda ola…
Al mismo tiempo, cierta información expuesta es excesiva, innecesaria y genera miedos, que contribuyen a dicha parálisis, como por ejemplo la efectividad de las diferentes vacunas con las que contamos. Esta información expone al sujeto ante lo incomprensible y conduce a ciertos sectores a una forma de confusión insoportable. Lo importante es que la disminución de riesgos (de internaciones y de muertes) es prácticamente la misma para todas. ¿O acaso sabemos las marcas de las vacunas de nuestro calendario obligatorio para entrar al colegio, la escuela secundaria e incluso en la universidad? Otro elemento que genera una mayor confusión aún son las fake news.
Ahora bien, si hablamos con términos de guerra hablamos entonces de impulsos primitivos -que por supuesto no desaparecen desde que la humanidad es reconocida como tal- que se mantienen latentes. También hablamos del rol del intelecto que se ve modificado a partir de las emociones que “ponen en peligro” la supervivencia (en este caso de la especie) y en última instancia también el progreso. Estos impulsos esperan, como nos enseña Freud (1915), las condiciones propicias para su aparición, pero ¿cuáles son estas? ¿Una pandemia también lo es? La crueldad de las sociedades, de manera paradójica (o no tanto), se hace presente cuanto más civilizadas se presentan. No es casual que el nazismo haya surgido en las regiones de mayor frondosidad intelectual de la época. ¿Qué sucede cuando el intelecto y la educación no puede transformar los impulsos, sublimarlos? Si la consecuencia no es la angustia, entonces ¿cuál es? Hoy el intelecto parece verse dañado, por ejemplo, a través del negacionismo (el rechazo de hechos o evidencias que crean malestar), pero al mismo tiempo, considero que como psicoanalistas, en vez de criticar el fenómeno deberíamos preguntarnos qué viene a decirnos más allá de la deriva metonímica; siempre hay algo detrás. Freud señala (hacia fines de 1914) a su distinguido amigo y literato que siempre se encuentra presente, de la misma manera que sucede con los síntomas, el peligro del retorno de lo reprimido. A nivel social, si no existe un pacto que organice, este peligro retornaría desde la pérdida de capacidad crítica del individuo en la masa. “…nuestro intelecto es una cosa débil y dependiente, juguete e instrumento de nuestras inclinaciones pulsionales y afectos, y que todos nos vemos forzados a actuar inteligente o tontamente según lo que nos ordenan nuestras actitudes [emocionales] y resistencias internas. ¿Qué denuncia el fenómeno?, ¿qué nos dice?, ¿estamos a la altura de las circunstancias?, ¿la OMS lo ha estado?, ¿Y los Estados? Se hacen presentes “las crueldades e injusticias causadas por las naciones más civilizadas, el diferente criterio con que juzgan sus propias mentiras e iniquidades y las de sus enemigos, la pérdida generalizada de toda visión clara de las cosas…”
Estos son algunos elementos de esta “guerra” y no puedo sino entenderlo como algo ligado al trauma. El desencadenamiento de la agresión se encuentra al servicio de la supervivencia, pero ¿a qué costo? Hoy son los medios, que con suerte elegimos, pero fundamentalmente los algoritmos (a través de las redes) lo que nos acercan a “nuestras preferencias” y “coincidencias”, ya que las ideologías están alejadas de las ideas y así se rompe el intelecto. Estamos viviendo una radicalización de pensamientos, de sentimientos (quizás por esto el Inconsciente lo comprende como guerra). En vez de “combatir” el virus en conjuntos (con el slogan Al virus lo enfrentamos entre todos) algo fomenta la división social.
Mientras se está en batalla, en un estado de inhibición, no se puede entrar en duelo y, por lo tanto, transitar el trauma relacionado a la renuncia y las restricciones del goce. Una imposibilidad de soportar el hastío (la transitoriedad).
Esta pandemia (quizás otras también) agudiza las diferencias, pero éstas se transforman en enemistadas concretas; los chetos que trajeron el virus, los que viajan al exterior a vacunarse. Uno de los atributos del aparato es crear diferencias, pero no enemigos. ¿Será algo de esto lo que impediría el intento de simbolización del trauma? Al mismo tiempo ver los números a diario, que reflejan la cantidad de contagios, de muertos, de camas ocupadas, quizás nos posicionan como especie (aunque desplazamos los nombres por números) para pensarnos en lo individual. Si la tasa baja entonces “el virus se encuentra más lejos” de lo que pensamos.
En su correspondencia con Albert Einstein, acerca del porqué de la guerra, Freud opina que desde el origen “los conflictos de intereses entre los hombres se zanjan en principio mediante la violencia (y luego de la violencia nace el derecho). Así es en todo el reino animal, del que el hombre no debiera excluirse; en su caso se suman todavía conflictos de opiniones, que alcanzan hasta el máximo grado de la abstracción y parecen requerir de otra técnica (la identificación) para resolverse”. (Freud, 1932, p. 188) Pero no logramos tal identificación. Pensaba, al inicio de la pandemia, que tener un enemigo común nos uniría y nos brindaría la ilusoria esperanza que contra un enemigo en común podemos luchar juntos. Hasta escribí un texto muy optimista al respecto. Este es mi fe de erratas.
Quizás no se trate de una guerra, pero la forma de expresarse en el discurso diario son similares, por lo tanto, se siente como tal. Incluso algunas medidas: en España, por ejemplo, la personificación del Estado, que se hizo cargo de las vacunas, fue el cuerpo militar.
En Lecciones de introducción al psicoanálisis (1915-1917), Freud coloca lo traumático como un acontecimiento que sucede en un segundo tiempo y que se relaciona con la frustración. En Más allá del principio del placer (1920) en un intento de diferenciar el miedo, el susto y la angustia, propone que la angustia designa un estado caracterizado por la espera del peligro y la preparación para éste, aunque sea desconocido. Y se reserva el miedo cuando hay un objeto al que se teme. El susto (propio de la neurosis traumática) en cambio, designa el estado que sobreviene cuando se entra en una situación de peligro sin estar preparado, y por lo tanto relacionado con la sorpresa. Resulta difícil ubicar al sentimiento frente al COVID sin caer en la idea que tiene algo de los tres. Ya no se trata sólo de la tolerancia individual a la frustración sino a los efectos generalizados de lo frustrante. Se necesita de la repetición para resolver la tensión, pero resulta tan dificultosa como la presencia traumática. Frente a la afluencia de excitación, que irrumpe y pone en peligro su integridad, el sujeto no puede reaccionar mediante una descarga adecuada ni por medio de una elaboración psíquica.
Entre las hipótesis presentadas por Freud se encuentran la observación y descripción que reforzaron el aspecto económico de su teoría. Entre éstas se encuentra la neurosis de guerra y, en general, las neurosis traumáticas, generando trastornos producidos por la intensidad del impacto (el trauma) y la tolerancia al mismo.
Hace exactos cien años, y en otra pandemia, Freud (y su grupo) nos enseñó, con la creación del Ambulatorium, una cuarta pata en la formación de un analista útil también a nivel social. Creo entonces que como psicoanalistas deberíamos participar en discusiones públicas (medios de comunicación) y sociales en un intento de ayudar a mitigar el impacto de lo aun indecible ya que evidentemente esta pandemia ha generado algo mucho más grande de lo que creemos poder procesar. Creo que, en esta ciencia ficción en la que vivimos, si apareciera un OVNI quizás sean pocos los que logremos sorprendernos.
Esta pandemia en particular, como en una guerra, además de traumar saca a relucir y expone nuestros impulsos primitivos agresivos ya que amenaza a la supervivencia y se expresa discursivamente, en un lenguaje inconsciente y compartido, como una amenaza.
Hoy a las armas se las cargan con otras balas y a los libros se les tachan las palabras. No todos estamos en el mismo barco, o buque de batalla, pero estamos en el mismo mar.
Bibliografía
Freud, S. (1914-16) Carta a Frederik van Eeden del 28 de diciembre de 1914. En Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología y otras obras. Tomo XIV. Amorrortu editores.
Freud, S. (1932) ¿Por qué la guerra? En Nuevas conferencias de introducción al psicoanálisis. Tomo XXII. Amorrortu editores.