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Cultura

POTRILLO BEN – Dirección: Santiago Nader – Por Manuel Larrabure

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Fotografías: Mariano Cáceres

En algún lugar del apocalipsis transcurre esta historia de amor y muerte. Como nos acostumbra el teatro clásico la acción transita el lapso de un día. Caballos muertos y latas abolladas son el paisaje gris de un mundo que se sumerge en la locura evasiva de un nuevo opio industrializado. La peste se propaga. Bilis amarilla corre por la piel de nuestro personaje que gambetea cualquier control milico de la salud. ¿Te cuidaste? Acosa el poder ¿Te cuidaste? Culpabilizando en la herida. 

Entre tanta desidia y abandono, se hace presente Eros y con su aletazo rescata a nuestra no-héroe de la muerte vida. Encarnado en un potrillo que le lleva a recorrer nuevamente por los caminos del deseo. Entre más droga y seducción de la buena, un amor de un día justifica la existencia. ¿No deseamos sólo eso? ¿Qué nos abran el corazón con un beso que nos arranque del tedio, el rencor, la no-muerte espesa lenta de cada día? La pulseada entre Eros y Tánatos galopa fuerte.

Es remarcable la capacidad de dicción de nuestros actores y actriz. El yo desglosado en tres intérpretes se vehiculiza en una narración que estalla en el hiper-lenguaje. ¿Será un síntoma de la época de la nueva peste en la que necesitamos tantas palabras para elaborar los conflictos? Sea como sea, sigamos creando nuevos sentidos. Y por un rato que dure para siempre, volemos al sol en el potrillo unicornio hacia la luz cargada de los brotes del crepúsculo.

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