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Comuna 13

Plazas del barrio. Plaza Fleming

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Alexander Fleming nació en Darvel, Escocia, el 6 de agosto de 1881. Se desempeñó como médico microbiólogo en el londinense Hospital St. Mary hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial. Mientras trabajó allí, lo hizo desde el Departamento de Inoculaciones en la mejora y fabricación de vacunas, sueros e inyecciones. Una vez iniciada la Gran Guerra, Fleming fue teniente comisionado en 1914 y capitán en 1917 del Cuerpo Médico del Ejército Real. Prestó su servicio encargándose de los heridos en hospitales de campo de batalla.

En 1918 regresó al Hospital St. Mary donde, en 1928, se incorporó al personal docente como Profesor de Bacteriología de la Universidad de Londres. En 1951 consiguió el puesto de Rector de la Universidad de Edimburgo por un plazo de tres años. Su nombre trascendió en la historia de la medicina y la humanidad porque el descubrimiento que hizo durante los años ’20 salvó millones de vidas, y dio inicio a la “Era de los Antibióticos”.

Tras estornudar accidentalmente sobre una placa de Petri que albergaba un cultivo bacteriano y revisar la misma placa unos días más tarde, se encontró con que las bacterias sobre las que había caído fluido nasal habían muerto. Así descubrió la lisozima, una molécula enzimática con habilidades antibióticas.

El 22 de septiembre de 1928 estaba realizando experimentos en su laboratorio, y estaba por destruir cultivos de bacterias cuando luego de una inspección más cercana de una placa con Staphylococcus Aureus, notó que había crecido sobre la bacteria una colonia de un hongo y que la colonia cercana a este era traslúcida por lisis bacteriana, es decir que el hongo había provocado la ruptura de la membrana celular de las bacterias. Este hongo fue identificado más tarde como Penicillium Notatum, y produce una sustancia que tiene efectos antibacterianos: la penicilina.

Alexander eligió no patentar sus descubrimientos porque creyó que así la difusión de un antibiótico, necesario para el tratamiento de las muy variadas infecciones que prosperaron en esa época, sería más rápida.Por el peso de sus descubrimientos y su bondad al rehusarse a capitalizar el nuevo conocimiento patentándolo, se le ha homenajeado en todo lugar. Sus aportes resultaron fundacionales para la medicina que hoy practicamos. En el barrio de Belgrano, en nuestra Ciudad de Buenos Aires, hay una plaza que lleva su nombre. Se ubica entre las calles Rafael Hernandez y Av. Lidoro J. Quinteros y se ocupa de su cuidado y mantenimiento la Asociación Civil Vecinos y Amigos Solidarios. Es una plaza seca, sin arena, tiene juegos para los más chicos y es central en el barrio -muchas de las diagonales desembocan en ella-. En su punto medio hay una fuente y a su alrededor prosperan los bares y cafeterías.Txt: More T M

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